Trastorno por Somatización y Electrosensibilidad: una misma base con distintas narrativas

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La electrosensibilidad o hipersensibilidad electromagnética (EHS) es un fenómeno que ha ganado relevancia en los últimos años. Quienes la padecen describen síntomas como cefaleas, fatiga, insomnio, dificultades cognitivas y malestar general, que atribuyen a la exposición a redes WiFi, antenas de telefonía o dispositivos electrónicos. Sin embargo, los estudios científicos han demostrado que las personas que se identifican como electrosensibles no pueden diferenciar entre exposición real y simulada en condiciones de laboratorio. Esto plantea una pregunta clave: si no es la radiación electromagnética, ¿qué está causando estos síntomas?

Para responder a esta pregunta, es interesante analizar la relación entre la electrosensibilidad y el trastorno por somatización. Ambas condiciones comparten múltiples elementos en común, desde la hipervigilancia corporal hasta la influencia de creencias y expectativas en la aparición y mantenimiento de los síntomas.


Caso clínico: la historia de Marta

Marta, 42 años, llega a consulta tras meses de sufrir fatiga extrema, dolores musculares y cefaleas persistentes. Ha visitado múltiples especialistas sin encontrar una causa orgánica para sus síntomas. Un día, navegando por internet, encuentra un foro sobre electrosensibilidad donde varias personas describen sus mismos síntomas. Con el tiempo, comienza a notar que su malestar es más intenso cuando está cerca de su router WiFi o cuando usa el teléfono móvil durante varios minutos.

Convencida de que la radiación es la culpable, decide desconectar el WiFi en casa, evitar lugares con antenas y protegerse con ropa especial «anti-radiaciones». Sin embargo, sus síntomas no mejoran e incluso aparecen otros nuevos: insomnio, pérdida de peso y una creciente ansiedad ante la posibilidad de «exposición» involuntaria.

En la consulta, cuando se le pregunta si ha notado síntomas en lugares donde no hay WiFi, Marta responde que no está segura. En un ejercicio de observación, se le expone a un ambiente «limpio» sin redes, sin que ella lo sepa, pero los síntomas persisten. Esto nos hace pensar que la relación entre el malestar y el WiFi podría no ser la que Marta cree.


La somatización y la electrosensibilidad: diferentes nombres para un mismo fenómeno

El trastorno por somatización es una condición en la que el paciente experimenta síntomas físicos sin una causa orgánica clara. No se trata de una invención ni de una simulación, sino de una forma de procesamiento en la que el cuerpo se convierte en el foco de una preocupación excesiva y una malinterpretación de señales fisiológicas normales.

En la electrosensibilidad, el mecanismo subyacente parece ser similar. La persona percibe una amenaza en un elemento externo (el WiFi, las antenas) y su cerebro empieza a hiperfocalizarse en cada sensación corporal asociada, reforzando el malestar. Este fenómeno tiene una base neurobiológica relacionada con la hipervigilancia y el efecto nocebo (el contrario del placebo): si una persona cree firmemente que algo le hará daño, es más probable que experimente síntomas cuando esté expuesta, aunque en realidad no haya una causa biológica directa.


Mecanismos neurobiológicos y psicológicos en común

Ambas condiciones comparten una serie de mecanismos neurobiológicos:

  • Hipervigilancia corporal: Las personas con electrosensibilidad y somatización suelen estar en un estado de atención constante a su cuerpo, detectando sensaciones mínimas que normalmente pasarían desapercibidas.
  • Expectativas negativas y efecto nocebo: La creencia de que algo es nocivo puede provocar síntomas reales, sin que haya una relación causal directa.
  • Activación del eje estrés-respuesta: El sistema nervioso autónomo está hiperactivo, generando tensión muscular, problemas digestivos e insomnio.
  • Amplificación del dolor: En algunos casos, se desarrolla un síndrome de sensibilización central, donde el cerebro «aprende» a exagerar las señales de malestar.

Enfoque clínico: ¿cómo abordar estos casos?

Si bien confrontar directamente la creencia de que el WiFi «no hace daño» puede generar rechazo en el paciente, existen estrategias efectivas para manejar estos casos:

  1. Validar el malestar: No se trata de negar los síntomas, sino de ayudar al paciente a entender que su malestar es real, pero que la causa puede no ser la que cree.
  2. Reducir la hipervigilancia: Terapias como el mindfulness o la terapia cognitivo-conductual pueden ayudar a disminuir la atención excesiva en el cuerpo.
  3. Explicar el efecto nocebo de manera comprensible: Mostrar ejemplos de cómo el cerebro puede generar síntomas en función de expectativas (como cuando una persona siente «vibrar» el teléfono en el bolsillo aunque no haya recibido ninguna notificación).
  4. Reestructuración de creencias: Trabajar sobre las razones por las que el paciente ha desarrollado la creencia de que el WiFi le afecta.
  5. Regular el sistema nervioso: Estrategias como técnicas de relajación, ejercicio y, en algunos casos, tratamiento farmacológico pueden ser útiles.

Conclusión: Un mismo proceso con distinta etiqueta

La electrosensibilidad y el trastorno por somatización pueden ser dos manifestaciones de un mismo proceso: un sistema nervioso hiperactivo que interpreta señales corporales normales como amenazas. Lo que cambia es la narrativa cultural que explica el malestar. En el siglo XIX, esto podría haberse diagnosticado como «histeria»; hoy, en un mundo tecnológico, se atribuye a la radiación.

El reto no es convencer a los pacientes de que «no les pasa nada», sino ofrecerles una explicación alternativa que les ayude a recuperar su calidad de vida sin reforzar la idea de que están siendo dañados por su entorno.

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