Una noche, sin previo aviso, mientras ves tranquilamente la televisión con tu familia, comienzas a sentirte acalorado y notas el corazón latiendo con fuerza en el pecho. De repente, tu atención se centra en los latidos y percibes un ritmo irregular en la garganta. Esto dispara las alarmas y, en cuestión de segundos, una descarga de ansiedad recorre todo tu cuerpo.
Cada vez respiras más rápido, pero sientes que el aire no pasa bien por la garganta, como si una bola en el cuello bloqueara su paso. La opresión en el pecho aumenta. “Esto no puede ser nada bueno”, piensas, lo que incrementa aún más la ansiedad. La sensación de descontrol y el miedo que te invade es lo más desagradable que has experimentado nunca.
Tus pensamientos se aceleran: “De esta no salgo”, “me va a dar un infarto”, “me voy a volver loco”. Cada pensamiento catastrófico hace que la ansiedad aumente aún más, hasta que tu cuerpo y tu mente parecen estar completamente fuera de control. Mareado, abres la ventana y sacas medio cuerpo fuera: “Necesito aire”. Pero el aire no parece llegar a tus pulmones…
Si alguna vez has experimentado algo similar, es probable que hayas sufrido una crisis de ansiedad (también llamada ataque de pánico), un fenómeno relativamente frecuente que se incluye dentro de los trastornos de ansiedad, junto con el trastorno de ansiedad generalizada, la fobia simple y la agorafobia.
¿Qué es una crisis de ansiedad?
Las crisis de ansiedad son episodios repentinos de miedo intenso y síntomas físicos agudos, que alcanzan su máxima intensidad en pocos minutos y suelen durar entre 20 y 30 minutos.
Aunque pueden aparecer tras una emoción fuerte o un sobresalto, es muy frecuente que las primeras crisis surjan sin un desencadenante claro, mientras se está viendo la televisión, conduciendo o incluso durmiendo.
Durante estos episodios, la ansiedad se vuelve incontrolable y se acompaña de una combinación de síntomas físicos y psicológicos.
Síntomas físicos
Los síntomas físicos más característicos de una crisis de ansiedad incluyen:
• Aumento de la frecuencia cardiaca (palpitaciones fuertes y rápidas).
• Sensación de latidos irregulares o arrítmicos.
• Dificultad para respirar, como si hubiera una bola en la garganta.
• Opresión en el pecho, que a veces se confunde con un infarto.
• Sudoración intensa y temblores.
• Mareos, que en algunos casos pueden llevar a la pérdida de conocimiento.
• Contracciones musculares mantenidas o sensación de rigidez.
Síntomas psicológicos (subjetivos)
A nivel subjetivo, el ataque de pánico genera una sensación de miedo extremo, generalmente sin que la persona pueda identificar claramente su origen. Entre los síntomas psicológicos más comunes están:
• Sensación de muerte inminente o de que algo terrible va a suceder.
• Dificultad para hablar y para concentrarse.
• Pensamientos catastróficos, como:
• “Me voy a volver loco”
• “De esta no salgo”
• “Me va a dar un infarto”
En algunos casos pueden aparecer fenómenos llamados despersonalización y desrealización:
• Despersonalización: Sensación de extrañeza respecto a uno mismo, como si no se tuviera control sobre el propio cuerpo o incluso sentirse fuera de él.
• Desrealización: Sensación de irrealidad con respecto al entorno, como si el lugar donde se encuentra la persona fuera distinto, extraño o amenazante.
Conclusión
Las crisis de ansiedad pueden ser experiencias aterradoras, pero es importante saber que, aunque los síntomas sean intensos, no representan un peligro real para la vida.
Sin embargo, cuando se repiten con frecuencia y generan miedo a que vuelvan a ocurrir, pueden derivar en trastorno de pánico o en conductas evitativas que limitan la vida cotidiana.
Comprender qué es una crisis de ansiedad es el primer paso para aprender a manejarla. En futuras entradas exploraremos estrategias para afrontar estos episodios y recuperar el control.