Hay miedos que surgen de amenazas externas, como las alturas, los espacios cerrados o los animales peligrosos. Pero hay otro tipo de miedo, uno que no está en el entorno, sino dentro de la propia mente: el miedo a perder el control y hacer algo terrible. Este es el núcleo de las fobias de impulsión.
Quienes las padecen no temen que algo les ocurra, sino que ellos mismos sean el peligro. No porque deseen hacer daño, sino porque sienten un miedo irracional a perder el control y cometer una acción impulsiva, violenta o inaceptable.
¿Cómo se manifiestan las fobias de impulsión?
Imaginemos a Laura. Es una madre cariñosa, cuidadosa con sus hijos y sin antecedentes de agresividad. Pero un día, mientras los baña, tiene un pensamiento aterrador: ”¿Y si en un arrebato los hiciera daño?”. La idea la paraliza. No es un deseo, no es algo que quiera hacer, pero la simple imagen en su mente le genera un miedo insoportable. A partir de ese momento, empieza a evitar ciertas situaciones: deja de bañarlos, no quiere quedarse sola con ellos y siente una angustia profunda cada vez que le vienen estos pensamientos.
Otro caso es el de Jorge, un hombre tranquilo que nunca ha tenido problemas de agresividad. Sin embargo, al estar en un balcón alto, le asalta una idea: ”¿Y si me lanzo?”. No quiere hacerlo, pero la idea le aterra tanto que evita pasar cerca de ventanas o balcones.
Este tipo de pensamientos son completamente involuntarios y contrarios a los valores y deseos de la persona. Sin embargo, la angustia que generan es tan intensa que el miedo a perder el control se vuelve una obsesión.
Diferencia entre fobias de impulsión y deseos reales
Una de las principales angustias de quienes sufren fobias de impulsión es: “Si tengo estos pensamientos, ¿significa que quiero hacerlo?”. La respuesta es un rotundo no.
La diferencia entre un pensamiento obsesivo y un deseo real es clara:
• En una fobia de impulsión, la idea provoca ansiedad extrema, rechazo y una necesidad desesperada de asegurarse de que no va a ocurrir.
• Un deseo real genera placer o atracción, no angustia.
El problema no es el pensamiento en sí (todos tenemos pensamientos extraños de vez en cuando), sino la importancia y el miedo que se le da a ese pensamiento. Cuanto más intenta una persona evitar la idea o convencerse de que no es peligrosa, más persistente se vuelve.
¿Por qué aparecen las fobias de impulsión?
Las fobias de impulsión están relacionadas con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), ya que comparten el mismo mecanismo:
1. Un pensamiento intrusivo aparece de forma espontánea.
2. La persona lo interpreta como algo peligroso, dándole más importancia de la que tiene.
3. Para calmar la ansiedad, intenta evitar situaciones o realizar rituales mentales para “anular” el pensamiento.
4. Esto refuerza el miedo, haciendo que el pensamiento vuelva con más fuerza.
También influyen factores como la personalidad perfeccionista y el miedo extremo a cometer errores. Las personas con fobias de impulsión suelen tener un sentido moral muy rígido, lo que hace que el solo hecho de imaginar una acción violenta o inapropiada les resulte insoportable.
¿Cómo se pueden tratar?
El primer paso para superar una fobia de impulsión es entender que los pensamientos intrusivos no son peligrosos. No predicen el futuro ni significan que la persona vaya a actuar de esa forma.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) es el tratamiento más efectivo. Algunas estrategias incluyen:
• Exposición con prevención de respuesta. Enfrentar gradualmente los pensamientos sin intentar eliminarlos.
• Reestructuración cognitiva. Aprender a reinterpretar estos pensamientos sin catastrofizarlos.
• Técnicas de mindfulness. Observar los pensamientos sin engancharse en ellos, dejándolos pasar sin juzgarlos.
En algunos casos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden ser útiles para reducir la ansiedad asociada a estos pensamientos.
Conclusión
Las fobias de impulsión son un claro ejemplo de cómo el miedo puede volverse contra la propia mente. No reflejan deseos ocultos ni significan que la persona vaya a perder el control, sino que son pensamientos obsesivos que han adquirido un peso desproporcionado.
Con el tratamiento adecuado, es posible recuperar la tranquilidad y entender que un pensamiento no tiene poder por sí mismo. No somos lo que pensamos, somos lo que elegimos hacer con esos pensamientos.
Dr. Lerma Carrillo