Trastorno de Estrés Postraumático: la ansiedad que viene del pasado

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No todas las heridas son visibles. Algunas quedan grabadas en la memoria, listas para reactivarse en cualquier momento, como una cicatriz que nunca termina de cerrarse.

En el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), la ansiedad no surge por lo que está pasando en el presente, sino por lo que ocurrió en el pasado. Es la huella que deja un trauma en el sistema nervioso, una especie de alarma interna que no se apaga, incluso cuando el peligro ya ha pasado.

Para entenderlo mejor, veamos una escena.

Un soldado regresa a casa después de meses en una zona de combate. Una tarde, mientras camina tranquilamente por su barrio, escucha un petardo. De repente, su cuerpo reacciona como si estuviera de vuelta en el frente: el corazón se acelera, los músculos se tensan y un sudor frío le recorre la espalda. Durante unos segundos, su cerebro cree que está de nuevo en una situación de vida o muerte. No hay guerra, no hay enemigo, pero su cuerpo no lo sabe.

Esto es el TEPT. No es simplemente “recordar” un evento traumático. Es revivirlo con la misma intensidad emocional y física con la que ocurrió, como si el pasado irrumpiera sin aviso en el presente.

Cuando el trauma no se procesa bien

El sistema nervioso está diseñado para reaccionar ante amenazas. Cuando nos enfrentamos a un peligro, la amígdala —la región del cerebro encargada de detectar el miedo— envía una señal de alerta, activando la respuesta de lucha o huida. El cuerpo libera cortisol y adrenalina, aumenta el ritmo cardíaco y se agudizan los sentidos. Es un mecanismo de supervivencia.

En condiciones normales, cuando el peligro desaparece, la corteza prefrontal se encarga de enviar la señal de calma: “ya pasó, estás a salvo”. Sin embargo, en el TEPT, este mecanismo de regulación falla. La amígdala sigue hiperactiva, como si el peligro pudiera reaparecer en cualquier momento.

Por eso, las personas con TEPT pueden sentirse constantemente en estado de alerta, tener sobresaltos ante estímulos cotidianos y sufrir recuerdos intrusivos que irrumpen en su mente sin control.

Los síntomas del TEPT

El TEPT no se manifiesta de la misma forma en todas las personas, pero hay cuatro síntomas principales:

1. Reviviendo el trauma

Los recuerdos aparecen de forma involuntaria y pueden ser intensamente vívidos. No es solo “recordar”, es revivir: el cuerpo reacciona como si el evento estuviera ocurriendo de nuevo. Pueden aparecer pesadillas, imágenes intrusivas o incluso flashbacks, donde la persona pierde por un momento la noción del presente.

2. Evitación

Para no enfrentarse a los recuerdos del trauma, la persona empieza a evitar lugares, conversaciones o situaciones que puedan reactivarlos. Alguien que ha sufrido un accidente de tráfico puede dejar de conducir; una víctima de agresión puede evitar ciertas calles o incluso cualquier contacto social.

3. Estado de alerta constante

El cuerpo se mantiene en guardia, como si el peligro pudiera reaparecer en cualquier momento. Esto se traduce en insomnio, irritabilidad, sobresaltos ante ruidos inesperados o una sensación de tensión permanente.

4. Cambios en la percepción y el estado de ánimo

El trauma cambia la forma en que la persona ve el mundo y a sí misma. Puede aparecer una sensación de desapego, de que nada tiene sentido, junto con emociones como culpa, vergüenza o dificultad para sentir placer.

¿Por qué unas personas desarrollan TEPT y otras no?

No todo el que pasa por un evento traumático desarrolla TEPT. Hay factores que influyen en la respuesta al trauma:

• La intensidad y duración del evento traumático. No es lo mismo vivir un único suceso aterrador que una exposición prolongada a la violencia.

• La capacidad de afrontamiento de la persona. El apoyo social, la resiliencia y las experiencias previas juegan un papel clave.

• La vulnerabilidad biológica. Se ha visto que algunas personas tienen una mayor predisposición genética a desarrollar ansiedad tras un trauma.

El tratamiento: cómo enseñar al cerebro que el peligro ya pasó

El TEPT no es una condena permanente. El cerebro tiene capacidad de reorganizarse, y con el tratamiento adecuado, es posible recuperar el control.

La terapia cognitivo-conductual es una de las más eficaces. A través de la exposición controlada al trauma, la persona aprende a procesarlo de forma más adaptativa, reduciendo la intensidad de las respuestas emocionales.

También existen tratamientos específicos como la Terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), que ayuda a reorganizar los recuerdos traumáticos, evitando que se activen de forma descontrolada.

En algunos casos, los fármacos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden ser útiles para regular la hiperactivación del sistema de alerta.

Conclusión

El Trastorno de Estrés Postraumático es la prueba de que el pasado puede seguir presente en el cuerpo y la mente. Pero también es la prueba de que el cerebro no está condenado a vivir atrapado en el trauma. Con el tratamiento adecuado, es posible recuperar la sensación de seguridad y enseñar al sistema nervioso que, efectivamente, el peligro ya pasó.

Dr. Lerma Carrillo

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